Every breath you take...

Solo había pasado una hora desde que comenzó a pasear por aquella inmensa playa donde residían grandes recuerdos de su infancia, de su vida al completo. El día se había despertado nublado y a medida que pasaban las horas el viento embravecido cogía más y más fuerzas pero eso no le impedía estar ahí, "es lo que ocurre cuando vives en el norte" decía ella.

El mar estaba enfurecido, imponía respeto, y eso hacía que ella se diera cuenta de la magnitud del todo poderoso océano. Ante él, la joven no era más que un grano de arena y la soledad que la embargaba en aquel lugar le hizo darse cuenta de lo insignificante que era su presencia en el mundo, la de ella y la de todos los que habitaban en él. Los millones de personas que consideran sus fuerzas suficientes para atenuar todos los problemas que les acontecen e incluso se ven capaces de dominar todo lo que les rodea pero no sobrevirían a una semana en el desierto ni a grandes vientos huracanados ni a una gran tormenta. Y es que así son las cosas, miramos por encima del hombro a los demás y maltratamos al mundo en el que vivimos cuando es él quien, junto a la madre naturaleza sería capaz de destruirnos.

La marea había subido demasiado y el oleaje era cada vez más fuerte así que no vio otra opción que la de salir de allí, de lo contrario, el mar podría con ella.

Reflexión, reflexión y más reflexión. Parece que en este texto he sacado mi vena naturalista pero no es solo eso lo que intento reflejar, es más darse cuenta de lo que significan cada una de nuestras acciones, reflexionar acerca de ellas y atenuar ese sentimiento de superioridad. Espero que en estas navidades saquéis un huequito para pensar en todo lo que nos rodea y en lo que significa. 

¡Feliz Navidad a todos y cada uno de vosotros!